Mi vida está llena de secretos. Yo no sé si podría vivir sin ellos, porque mis secretos han ido creciendo y creciendo conmigo desde chiquita. Como los amigos imaginarios. Cuando dejé de ver a los amigos imaginarios, comencé a tener secretos.
Algunos de mis secretos, son tan secretos que tan solo yo los sé. Algunos los comparto con algunas personas. Pero no todos. Soy selectiva con los secretos. Talvez tan sólo Claudia, mi terapista, los sepa todos. Pero no, ni ella. Ella solo esta comenzando a ver la punta del iceberg.
Mis secretos son como almohaditas lindas. Los lugares donde vivo mis vidas paralelas.
Es tan enorme mi disociación que aveces temo no ser capaz de llevar una vida que no sea secreta y paralela. Talvez porque en mis secretos me siento confortable y en cambio fuera de ellos, en la intemperie, estoy a la deriva del mundo. Y yo me siento mejor viviendo en el secreto que viviendo en la realidad.
No hay nada mas rico, por ejemplo que hacer una dieta secreta. O alguna otra disciplina o locura que solamente yo sepa. Y al final del día o al dia siguiente poder decir: pude, lo hice. Y nadie supo. Es un triunfo solitario, sin duda. El triunfo de uno mismo contra uno mismo. Y de mi peor enemiga. Mi enemiga secreta. Mi única amiga de verdad.
Supongo yo que mi frenemie nació en mi infancia. Mi amiga-enemiga es como una defensa al control del marasmo. Una defensa personificada y con vida propia. Ella me defendía entonces de unos padres desastrosos que pretendían que me estaban cuidando mientras yo me perdía y me perdía y me burlaba de ellos secretamente.
Ah, que placer me dan los secretos. Que placer le dan a ella. Me gusta mirarla cuando está. Ella me deja descansar y se ocupa de todo mientras yo sigo acostadita oliendo mi almohada. Se ocupa de que esté bonita. Y sobre todo se ocupa de que no engorde más nunca. y de que más nunca vuelva a ser fea y boba. Ella está ahí para mi. Ella me defiende de todos los hombres malos. Ella me defiende de toda la comida podrida.
Esa sensación de poder, de saber algo que nadie más sabe... eso es lo que la alimenta a ella.
Rebelarse. Esa es una defensa también. Ella es mi medio para rebelarme.
Todavía no logro identificar muy bien de qué me estoy rebelando ni porqué necesito portarme mal.
Posiblemente sea el secreto primigenio. El más horrendo de todos. El que no me da la gana de recordar.
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lunes, 28 de noviembre de 2011
martes, 22 de noviembre de 2011
anorexia mirabilis
Santa Catalina patrona de las anoréxicas Ora pro nobis... |
No sé muy bien cómo llegué a encontrarme con esto. Pero fue esclarecedor.
Primero que nada me gustaría advertir que este NO es un post pro-anorexia. Por si a las moscas, que uno nunca sabe. Es tan sólo un post que busca criticar de manera más o menos lógica - es decir con la poca lógica que le queda a mi cerebro alterado químicamente - esa definición de desorden alimenticio del "Manual of Mental Health Disorders (DSM-IV)".
Resulta que existe una anorexia - o existía en la antiguedad - que se llama Anorexia Mirabilis. Esta anorexia era la que practicaban las santas de antaño y que era considerada una prueba de fortaleza espiritual, no una enfermedad, claro. La lista de santas que fallecieron gracias a la enfermedad o la sufrieron en algún momento de sus vidas, es pasmosamente larga. Casi todas ellas rehusaban la comida, o algunos alimentos específicos como la carne, entre otros sufrimientos que se infligían a sí mismas, tales como flagelaciones, caminar descalzas en el invierno, ponerse cilicios que les cortaban la carne, mutilarse los genitales, etc. Algunas hasta comían el pus de las heridas de los enfermos que atendían. Y claro está, los curaban; (ya se sabe que si extraes el foco infeccioso de la la herida ésta tiende a curarse, y que la saliva tiene cualidades antibióticas), pero por supuesto si aquello te lo hacía una Santa Anoréxica en aquella época, pues era considerado un milagro tranquilamente. Y esas luchas contra los demonios de las cuales eran presas también casi todas ellas, eran consideradas luchas externas, no internas. Eran una demostración de santidad. Estas anoréxicas eran tan pero tan buenas, que los demonios se ensañaban contra ellas. Y ellas contrarrestaban los ataque demoníacos con ayunos y autoflagelaciones. Hoy en día te darían un antipsicótico y ya.
Así que las mujeres "perfeccionistas" de la antiguedad, practicaban los ayunos como una forma de fortalecerse. De sentirse superiores en el espíritu y vencer la "debilidad" de la carne. Como una forma de controlarse, básicamente. Y de agradar a dios. Para establecer el orden divino en el caos circundante. Para sentirse fuertes en un mundo que las hacía frágiles e ignoradas desde la base y que tan sólo a través de esa demostración sobrehumana de fortaleza podían distinguirse de las masas y sentirse reconocidas como individuos.
En la definición de la anorexia nervosa del bendito manual en cambio, asocian la enfermedad a la presión social, o a un desorden borderline de la personalidad, o a otras condiciones que cohabitan con la enfermedad tales como el desorden obsesivo compulsivo o la depresión o la dismorfia corporal. Como si trascender la carne y fortalecer el espíritu no fuese tambien una dismorfia. No querer ser carne, desear trascender lo material a través del control y el ascetismo. Y la flagelación? Pues yo me he dado de golpes contra las paredes, me he dado correazos hasta dejarme morados, me he cortado por todas partes con mi cuchillito de plástico. Y no necesariamente por agradar a diosito con eso. Lo he hecho para controlar el marasmo externo e interno. Para sentirme viva y no muerta. Para controlar a mis demonios en léxico antiguo.
La principal diferencia que veo yo en esto, es descartar de plano el deseo de trascendencia de la persona que sufre la enfermedad alimenticia. Y considerarla de base una cabeza de chorlito que en lugar de trascender espiritualmente simplemente quiere verse como modelo de revista Vogue.
Y tomemos en cuenta que en esta entrega de la anorexia mirabilis for dummies, no me he puesto a hablar de los ascetas, yoguis e iluminados del oriente... que ahi la lista es todavía más larga. Pero eso será para la próxima.
Queridas amigas... qué fácil es ser una iluminada!
jueves, 17 de noviembre de 2011
monólogos psicoterapéuticos xv
Todo tiene un precio. Tomar esta maravillosa pastilla me hace estar bien y sin efectos secundarios molestos.
Es difícil en realidad distinguir si el efecto secundario es molesto o no. Porque perder la capacidad para sentir el placer del orgasmo (tambié conocido como impotencia o anorgasmia) es molesto. Pero no afecta con el día día. O perder la capacidad para escribir coherentemente y armar un buen texto tampoco molesta. Tan sólo vacía.
Sin embargo estar vacía puede ser una ventaja. Y gracias a que soy muy cerebro de castor, sé cómo convertir las desventajas en ventajas. Vaciarse supone un inicio. A fresh start. Una oportunidad para llenar de nuevo la jarra de lo que sea que uno quiera llenarla.
Ayer en mi terapia discutía yo con Claudia que si bien ya sé cómo distinguir el momento en el que mi mente me lleva a la sensación destructora de la indefensión, todavía sé cómo hacer para pelear con eso. Porque el sentimiento de indefensión parte de la renuncia al placer, de la renunncia a la felicidad. Y esa renuncia genera una defensa. Mi defensa es situarme por encima de la necesidad de placer y por ende renunciar a él y a cambio de eso abrazar al dolor como un medio de hacerme fuerte.
La respuesta de Claudia fue como siempre, esclarecedora: La defensa es correcta si la situación es amenazante. La cosa es que si ya no necesitas defenderte de nada, porque la situación que generó esa defensa, ya no existe, la defensa es absurda. Tu sigues actuando de la misma manera porque aprendiste asi, tu ego aprendió a responder así. Pero cuando respondes de esa manera a situaciones positivas o que no generan amenaza, en realidad el resultado termina siendo contraproducente y terminas haciéndote más daño a tí misma, es decir, generando tú misma el peligro para poder justificar las defensas.
Total que uno termina siendo el peor enemigo se sí mismo...
Así que lo que tengo que hacer es cambiar la conducta. Dejar de generar situaciones que me ponen en peligro o que me causan estrés. Cómo se hace eso? Reconociendo los motivos que me llevan a una conducta o a otra, razonando y haciendo lo contrario.
La ventaja de las pastillas es que si antes eso me generaba estrés y ansiedad, ahora ya no me lo genera.
Maravillas de las drogas psiquiátricas.
Es difícil en realidad distinguir si el efecto secundario es molesto o no. Porque perder la capacidad para sentir el placer del orgasmo (tambié conocido como impotencia o anorgasmia) es molesto. Pero no afecta con el día día. O perder la capacidad para escribir coherentemente y armar un buen texto tampoco molesta. Tan sólo vacía.
Sin embargo estar vacía puede ser una ventaja. Y gracias a que soy muy cerebro de castor, sé cómo convertir las desventajas en ventajas. Vaciarse supone un inicio. A fresh start. Una oportunidad para llenar de nuevo la jarra de lo que sea que uno quiera llenarla.
Ayer en mi terapia discutía yo con Claudia que si bien ya sé cómo distinguir el momento en el que mi mente me lleva a la sensación destructora de la indefensión, todavía sé cómo hacer para pelear con eso. Porque el sentimiento de indefensión parte de la renuncia al placer, de la renunncia a la felicidad. Y esa renuncia genera una defensa. Mi defensa es situarme por encima de la necesidad de placer y por ende renunciar a él y a cambio de eso abrazar al dolor como un medio de hacerme fuerte.
La respuesta de Claudia fue como siempre, esclarecedora: La defensa es correcta si la situación es amenazante. La cosa es que si ya no necesitas defenderte de nada, porque la situación que generó esa defensa, ya no existe, la defensa es absurda. Tu sigues actuando de la misma manera porque aprendiste asi, tu ego aprendió a responder así. Pero cuando respondes de esa manera a situaciones positivas o que no generan amenaza, en realidad el resultado termina siendo contraproducente y terminas haciéndote más daño a tí misma, es decir, generando tú misma el peligro para poder justificar las defensas.
Total que uno termina siendo el peor enemigo se sí mismo...
Así que lo que tengo que hacer es cambiar la conducta. Dejar de generar situaciones que me ponen en peligro o que me causan estrés. Cómo se hace eso? Reconociendo los motivos que me llevan a una conducta o a otra, razonando y haciendo lo contrario.
La ventaja de las pastillas es que si antes eso me generaba estrés y ansiedad, ahora ya no me lo genera.
Maravillas de las drogas psiquiátricas.
jueves, 10 de noviembre de 2011
renuncias
De mi última entrada a hoy han pasado más días de los que suelo tomarme para actualizar este blog.
Ya ni me acuerdo de qué hablé en mi última cita con Claudia. Recuerdo que lloré como siempre. Y que la semana pasada fue muy dura laboralmente y por eso no pude actualizar el blog.
Aveces pienso que actualizar este blog es como actualizarme las neuronas y asi ponerle un poco de orden a tanto desorden interno. No sé si sirva de algo, pero verbalizar me hace sentir que las cosas quedan en algún lado, que los pensamientos se convierten en cosas tangibles y por ende menos dolorosas.
Ah si, ya me acuerdo, hablamos de la autoestima.
Buenas noticias niñitas, la autoestima, como yo decía está overrated. Y no es como un autobús o el saco de Mary poppins al que se le meten los infinitos problemas. La autoestima no existe. Lo que existen son las conductas y las defensas. Uno se defiende de las cosas que duelen y crea conductas. Esas conductas lo pueden llevar a uno al nirvana de la felicidad y la paz o pueden, como es el caso, llevarlo a uno a los rincones recónditos de la depresión y de las conductas autodestructivas y más interesante aún a la validación de esas conductas.
Uno termina amando aquello que le destruye. Y viceversa.
Sea lo que sea que eso significa yo me veo en una disyuntiva paralizante:
Porque mi conducta es la renuncia. Y la renuncia me pone en ese estado de vulnerabilidad y de indefensión del que hablabamos antes. Paralizada no puedo hacer nada contra mis desórdenes. La realidad es que la parálisis viene de esa decisión de renunciar al propio placer.
De sustituir el placer por el dolor.
Hay filósofos que dicen que el placer y el dolor son una misma cosa. Un continuum. Y uno pasa por aqui y por alla y se queda un rato por un lado y un rato por el otro.
Supongo yo que quedarse demasiado tiempo en un mismo sitio crea la patología y el desbalance y por eso uno se enferma...
Ya ni me acuerdo de qué hablé en mi última cita con Claudia. Recuerdo que lloré como siempre. Y que la semana pasada fue muy dura laboralmente y por eso no pude actualizar el blog.
Aveces pienso que actualizar este blog es como actualizarme las neuronas y asi ponerle un poco de orden a tanto desorden interno. No sé si sirva de algo, pero verbalizar me hace sentir que las cosas quedan en algún lado, que los pensamientos se convierten en cosas tangibles y por ende menos dolorosas.
Ah si, ya me acuerdo, hablamos de la autoestima.
Buenas noticias niñitas, la autoestima, como yo decía está overrated. Y no es como un autobús o el saco de Mary poppins al que se le meten los infinitos problemas. La autoestima no existe. Lo que existen son las conductas y las defensas. Uno se defiende de las cosas que duelen y crea conductas. Esas conductas lo pueden llevar a uno al nirvana de la felicidad y la paz o pueden, como es el caso, llevarlo a uno a los rincones recónditos de la depresión y de las conductas autodestructivas y más interesante aún a la validación de esas conductas.
Uno termina amando aquello que le destruye. Y viceversa.
Sea lo que sea que eso significa yo me veo en una disyuntiva paralizante:
Porque mi conducta es la renuncia. Y la renuncia me pone en ese estado de vulnerabilidad y de indefensión del que hablabamos antes. Paralizada no puedo hacer nada contra mis desórdenes. La realidad es que la parálisis viene de esa decisión de renunciar al propio placer.
De sustituir el placer por el dolor.
Hay filósofos que dicen que el placer y el dolor son una misma cosa. Un continuum. Y uno pasa por aqui y por alla y se queda un rato por un lado y un rato por el otro.
Supongo yo que quedarse demasiado tiempo en un mismo sitio crea la patología y el desbalance y por eso uno se enferma...
martes, 1 de noviembre de 2011
esteem
una ilustración fabulosa de esta fabulosa blogger |
Según mi sicóloga todas las personas tenemos un modo personal de lidiar con nuestras ansiedades. Y esos comportamientos no deben ser juzgados como buenos o malos. Son comportamientos simplemente y como todo, tienen consecuencias. Cuando uno se da cuenta de que las consecuencias de esos comportamientos son igual de dolorosas que las causas, es cuando uno empieza el proceso de recuperación.
Que bonito suena no?
La cosa es que por más que los medicamentos le proporcionen a uno un colchón para descansar de las ansiedades y de la depresión, el comportamiento a suprimir sigue siendo mucho más efectivo para manejar las emociones. La sensación de confort y de alivio que nos dan sigue siendo más grande que un anxiolítico o un antidepresivo.
Y por eso es que uno tiene que ir a la raíz de todo.
Es enorme la tarea. Bueno, yo la veo enorme. Porque a estas alturas de mi vida me veo sin autoestima. Como una hormiga delante de un elefante. Yo sé que la autoestima está overrated. Pero también es verdad que no se puede andar para siempre por la vida arrastrando la voluntad para lograr cosas que uno cree que le van a proporcionar felicidad cuando la realidad es que la felicidad (que también esta overrated por cierto) deber surgir de uno cual fuente de agua fresca y no venir de afuera cual aguacero o monzón.
Y ahi es cuando uno se da cuenta del vacío. Ese vacío que yo me niego a aceptar que existe. Pero que está ahi presente como tan solo las carencias saben estar. Comiéndoselo todo por mi. El vacío es cuando la fuente se seca o nunca tuvo agua para empezar. Y uno no tiene de dónde sacar fuerzas para enfrentarse al elefante. La fuente está cerrada, o seca, o nunca existió.
No es como que me van a sacar de mi closet tibio y al dia siguiente voy a empezar a ser asertiva. Porque tengo media vida haciendo todo lo contrario.
Yo no pretendo estar saludable ni ser normal. Por ahora lo único a lo que aspiro es a que ese elefante deje de verse tan grande o empezar yo misma a verme como una domadora de elefantes.
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